En Argentina está ubicado el único museo con esta temática de America del Sur, es uno de los cinco en el mundo entero. Según el Computer History Museum de Silicon Valley es el segundo con más piezas tecnológicas, desde videojuegos y celulares que prometen una experiencia sobre la evolución de la tecnología desde los años 50 hasta la actualidad.
El argentino Carlos Chiodini y su esposa eran grandes coleccionistas de computadoras, por eso en el año 2007 decidieron crear el Museo de Informática en Buenos Aires, sabiendo que no existía ninguno del estilo en el continente. El 95% de lo que exhiben es de su propiedad y el 5% restante son donaciones de particulares.
«El museo tiene tanta cantidad de aparatos que va rotando su exposición cada cuatro meses. Tenemos un patrimonio de más de 35.000 piezas entre computadoras, videojuegos, software, bibliotecas. En cada visita las personas se encuentran con algo diferente», indicó su fundador.
En general reciben público de nicho, personas interesadas en la informática, que no sólo buscan ver cosas nuevas sino probarlas. Incluso pueden experimentar con videojuegos viejos como el Pacman y el Tetris.
«Los museos ya no pueden existir más como una simple exposición de elementos, el nuestro es totalmente interactivo. La mayoría de los equipos que tenemos funcionan y la gente los puede usar. Abarcamos la informática desde la Segunda Guerra Mundial hasta el 2015. Hay productos de hace cuatro años que ya son de museo: celulares, cámaras de fotos», agregó Chiodini.
Les llaman «arqueólogos digitales» porque se dedican a ‘excavar’ para encontrar los artefactos que les faltan en su colección. Su dueño y fundador compró la mayoría de estos en negocios de computación y también en ferias y «chatarrerías».
Uno de sus principales tesoros es la Ferranti Mercury II, el primer computador en ingresar a una facultad en Argentina, a partir de la cual se creó la carrera de informática. Tiene 18 metros de largo, perillas y no pantalla, y una capacidad de procesamiento de 5K.
«A la gente le llama la atención encontrarse con un Museo de Informática y con equipos que utilizaron en algún momento pero que desecharon, y ahora los ven nuevamente en funcionamiento. También exhibimos piezas que salieron al mercado, pero no fueron exitosas en el exterior por lo que nunca llegaron a Argentina», concluyó Chiodini.