Estados Unidos incluye por primera vez el uso de la fuerza militar para defender su ciberseguridad. El Pentágono ha creado un Ciber Comando especializado, con sus correspondientes reglas de combate.
Tierra, mar, aire e Internet. En su nueva estrategia de seguridad cibernética, el Pentágono ha identificado la defensa de la soberanía informática de Estados Unidos como lo más parecido a un nuevo campo de batalla.
Hasta el punto de contemplar por primera vez el empleo de la fuerza militar para responder a ofensivas de «hackers», como las que a diario intentan penetrar -a veces con éxito- en las redes informáticas de las Fuerzas Armadas americanas.«Sería irresponsable y un fallo de nuestra misión, dejar a la nación vulnerable ante una amenaza conocida» ha indicado el subsecretario de Defensa, William Lynn, al presentar este verano la nueva doctrina por la que Estados Unidos «se reserva el derecho, bajo las leyes de los conflictos armados, a responder a graves ciberataques con una respuesta militar proporcional y justificada en el momento y lugar que nos parezca».
Este aviso de balas analógicas contra ataques digitales, precedido el año pasado con la creación de un Ciber Comando especializado, forma parte de los esfuerzos impulsados por la Administración Obama para que Estados Unidos se tome en serio la seguridad de su decisiva infraestructura informática, tanto en el sector privado como público. Según reconoce abiertamente la nueva estrategia formulada por el Pentágono, «nuestra dependencia del ciberespacio contrasta con lo inadecuado de nuestra ciberseguridad».
Como una guerra convencional
Como un atentado con armas de destrucción masiva, un ataque cibernético resulta difícil de encajar dentro cualquier estrategia de defensa nacional. Ya que ambos escenarios representan un mundo especialmente inquietante en el que un «hacker» puede plantear una amenaza significativa a centrales nucleares, sistemas de transporte público o gaseoductos.
Con la capacidad de hacer un daño equiparable al de un conflicto entre países en guerra convencional. Por eso los nuevos planes del Pentágono -unas treinta páginas en su versión clasificada- incluyen la certeza de que estarán en primera línea de fuego, con independencia de que los peores ciberataques estén protagonizados por grandes naciones, países hostiles o grupos terroristas.
En total, las Fuerzas Armadas de Estados Unidos utilizan unas 15.000 redes informáticas y en torno a siete millones de diversos tipos de computadores. Recursos repartidos por todo el mundo para sustentar desde operaciones militares a tareas de espionaje pasando por labores de administración.
Sin que pase un solo día en que toda esa retaguardia informática reciba múltiples ataques e intentos de penetración, con el agravante de las dificultades para identificar con exactitud el origen de esas clandestinas incursiones.
Según ha reconocido el general James Cartwright, «número dos» de la Junta de Estado Mayor, la maquinaria militar americana se encuentra por ahora en el lado perdedor de este tipo de agresiones.
Por eso, a juicio de este oficial de los Marines, el Pentágono deberá pasar durante la próxima década de una simple postura defensiva a una de efectiva disuasión, dejando sobre la mesa la opción de responder con armas virtuales o fuerza militar. Según Cartwright, hay que terminar con la impunidad de este tipo de amenazas.
Se supone que antes del verano, el presidente Obama firmó una serie de órdenes ejecutivas detallando hasta dónde pueden llegar los militares de Estados Unidos en el uso de armas cibernéticas, dejando también claro cuándo corresponde a la Casa Blanca dar permiso para este tipo de ofensivas.
Según advirtió Leon Panetta, durante su confirmación en el Senado como nuevo secretario de Defensa, «el próximo Pearl Harbor al que nos podemos enfrentar puede ser un cibertaque contra nuestra sistemas de energía, seguridad, finanzas o gobierno».
Fuente: ABC